¡¡Regresando que es gerundio!!
Hola, mis querid@s...
Creo que no podría explicar cuánto echaba de menos decirlo. A veces uno añora cosas y no lo sabe hasta que, de la nada, por un pensamiento perdido o un recuerdo lejano que intenta traer alegría sin que sepas que hay tristeza se da cuenta de ello. Se percata de algo que extraña, un detalle, o muchos de ellos que pequeños y unidos, hacen un gran nudo de añoranza y ves entonces cómo lo echabas de menos.
Extrañaba saludaros, hablaros, volver a nuestro rincón a leer y contestar los comentarios, a visitaros, a retomar esa pasión que dio la primera puntada a esa manta de momento que hasta hora he vivido.
Ese blog, mío, vuestro, que hace mucho he dejado en descanso.
Y creo que ya llega de eso. Es hora de retomar las buenas y viejas costumbres, de esa clase de momentos que me sacaban una sonrisa, lágrimas de alegría y orgullo, y empezar de nuevo con lo que tanto nos hizo a todos felices, porque sé que cada uno que a este espacio se ha unido también lo echa de menos.
Así que, sin darle más vueltas, ese es el "hola" que hace un tiempo os prometí que llegaría.
Le decimos adiós al hasta luego, aquel que os dije no sería eterno, y una vez más os doy la bienvenida.
Llena de orgullo ver que el blog aun en letargo ha seguido creciendo...
887 seguidores, más de 255.000 visitas y casi tres años de vida... ¡3 años! Y todo lo que hemos vivido...
Pronto vendrá concurzaso de aniversario porque os lo merecéis y creo que no hay mejor manera de hacerlo y cantar ese "cumpleblogfeliz" que tanto deseo llegue.
Así que de momento os dejo un pequeño pensamiento para acompañar ese domingo, y esta semana retomamos ese rincón, os traeré noticias, concursos, novedades, y las secciones de siempre, entre ellas, esos relatos que desde hace demasiado han estado escondidos... os he echado de menos...
Kisses, mis querid@s...
Y, porque también hace mucho que no lo digo: A leer, soñar, disfrutar y comentar. Vuestras palabras alimentan mi alma...
Porque nunca pensé en el por qué de todo ello. Ni cuando te conocí, qué
menos, cuando, irremediablemente, ya estabas dentro. No me paré a mirar los
pájaros, coches en rotondas o farolas parpadeantes. Las mariposas distraen si
se les observa fijamente, hay que mirar al frente, centrarse, y (mejor decirlo
que obviarlo) ignorar lo que hace o hizo daño. Porque no hay tiempo qué perder
cuando ya no te importa el tiempo; no lo tienes, no lo necesitas, así tal
cual, ignoras los hechos. (¡Ignorancia la mía tanto ignorar para luego no
querer perderlo!)
No me detuve mientras
pedían paso, dejé pasar sin esperar oírlo. Pasó el tren, corrieron la horas (el
reloj ya lo tenía en el olvido) porque al final, como dice el dicho, tarde o
temprano todo llega, (en ocasiones) a su destino, no el que se pretendía,
quizás no el definitivo, pero toda parada es hermosa si se mira desde la
perspectiva del viajero perdido (el que dice perdido no quiere decir no
hallado, va más allá del saber quien le busca cuando no se sabe quién es el
buscado). Y él, el que no se está parado, no ve lo mismo que el que se pasa los
días observando el andén desde su ventana, llueva o haga sol, porque el que
allí está (y no se mueve) lo ve más brillante, los raíles incluso más
escurridizos, y desea equilibrar monedas en las vías por si de verdad la cara y
la cruz se convierten en una cuando pase el tranvía, la gran locomotora en
movimiento desde la cual mirarán el mismo paisaje. Pero lo único que sus ojos
insistirán en observar y que el pasajero fijo no mira, es aquella pequeña y
ofusca construcción a la que nunca tuvo el coraje necesario (ni la ignorancia a
veces bienvenida) para acercarse y pedir el billete que le permitiría ver otras
estaciones desde su mismo punto de vista.
Los por qué solo son
cuestiones de óptica (ceguera para los que miran con el corazón, el amor es
ciego, recuerdo haberlo oído), y de puntos de vista entonces se habla (o se
miente a los oídos), para no ver o querer ver lo que nos susurra a gritos,
berrea que de razones no se vive pero que sin saber por qué o cómo ha surgido,
poco podrás hacer cuando duela o no sepas ponerle remedio ni sentido. Y no
hablará (hablo, habla, solo es verbal, el tiempo lo hemos dejado atrás) del
dolor con o sin explicaciones, se refiere al dolor en sí, el peor, el que más y
menos a la vez está lleno de sensaciones (unas peores, otras oscuras, todas
ellas con su brillo, ¡no discutas!); hablo (hablamos, hemos) del dolor
primario, ese que llega con el primer amor, el primer borrón en el calendario,
cuando la fecha que esperas llegar a conmemorar pasa de ser un primer o tercer
aniversario a convertirse en el día decisivo cuando, ignorantes yo y todos
hemos sido, nos damos cuenta de porqué los por qué, son tan necesarios.
Nunca me gustó preguntarme el por qué de
nada en absoluto (si me centro en preguntas olvido las respuestas y por ende
pierdo el rumbo). Pero está ese lado, ese que evitas mirar a los ojos para no
ver reflejada las vías o las monedas de una sola cara, el que intentas ignorar
(ignorantes, pues, hoy nos toca), ese que nos dice las verdades, el que pisotea
los sentidos y te grita al oído que solo tienes que hacerlo, decir las palabras
mágicas y él cumplirá con su cometido; te dirá porqué se marchó y te marchaste,
te contestará sin temor en qué (o cual infinidad de cosas, minucias y no
tantas) te equivocaste. Así mejor, lo ignoras. Lo dejas aparcado a un lado, y,
ya no hay vuelta atrás, dejas pasar el tren sin subirte o te bajas en la
primera estación ante el miedo de encontrártelo.
Hoy le tengo sentado a mi lado, viajamos juntos,
y porque nunca pensé en preguntarme el por qué de nada, nos hemos convertido en
los mejores amigos del mundo. Él me mira, sonríe de soslayo, veo que desea que
caiga en la trampa, que le pregunte por la hora o por el tiempo, y de ahí, un
paso al por qué de ser yo la que estaba perdida o de ser tú el que en mi camino
se ha cruzado. Y no lo hago, mejor miro por la ventanilla y veo pasar los
raíles, hoy no hay monedas (pienso y exhalo), será que los habitantes
estancados ya no lo son tanto y como yo (aunque lo niegue) se han subido al
tren y así dado el primer paso.
Él me mira invisible e imaginario. Puedo
oír la ovación subiendo de timbre (¡Hazlo Ya!), y los por qué se acumulan en mi
boca, sabe dulcemente amargo, se aglomera en mis ojos, hace estrecharse mi
costado. Mi boca se seca (un caramelo, pienso, pero mejor volver a ignorarlo),
los ojos se me humedecen y antes de que lance la pregunta que tanto he evitado,
señala con la cabeza hacia fuera, me cuesta fijar la vista en lo que hay al
otro lado (es lo que tiene pasarse tanto tiempo cegado), y ahí estás, en el
andén, con tu gran maleta de pensamientos (y uno que otro ladrillo para
construir lo que sea conmigo), tú, el que me llevó hasta allí y que espera
ansioso y asustado saber por qué diantres todavía no me he bajado.
Porque nunca me gustó preguntarme
(preguntar he dicho, saberlo, es otro cuento) el por qué de nada, así que
decidí seguir sin hacerlo, tan solo me bajé del tren sin previo aviso, peldaño
a peldaño (con cuidado, que la caída, no lo puedo evitar, siempre la he
temido). Miro al vagón que ahora ocupa otro, seguro alguien que tampoco utiliza
el preguntar ni querer saber qué, cómo o cuándo de nada en absoluto, el de las
respuestas me sonríe, lanza una moneda, y al caer a mis pies, veo que la cara y
la cruz son lo mismo y eres tú el que la recoges y me la das sin apenas ser
visto.
No me gustan los por qué de nada. No se
puede perder un tiempo que ya no cuentas, y perderlo con preguntas cuyas
respuesta no tendrán importancia cuando el camino, ese solo nuestro (qué
hermoso suena decirlo dentro de mi cabeza), ya ha sido trazado y, tomes el
rumbo que tomes, ya nada será lo mismo, sino, todo lo contrario. Esa es la
belleza de la rareza de amar sin importar por qué ni si alguna vez habrá o no
respuestas. Pero hoy, eso sí sé aunque no quiera conocerlas (ni las tenga,
ignorante de mí) que no importa cómo llegaste, si fui yo la que se interpuso o
fuiste tú el que atropelló mi camino, lo único que importa es que el suelo
pisado junto a tus pies es firme y al fin (yo, la que tanto tiempo he
fluctuado) respiro.
***
Comentarios
Después de todo el trajín que ha tenido en este periodo de parón, vuelves con pensamientos de lo más íntimo (que también nos engrandecen a los que te leemos) y también nos revuelven por dentro. "Tocan la fibra" y te dejan con la mirada perdida buscando nuestro propio rumbo... Gracias!
Un beso grande y nos seguimos leyendo!!
Tania
Será un placer tenerte y verte por estos lares una vez más...
Por cierto, estaré atenta a ese próximo concurso para celebrar los 3 añitos en la blogosfera... Dios, cuánto tiempo! Jejeje
Pues lo dicho, encantada de verte blogguear una vez más, muak!!!
Buen fin de!
Besos
Gracias a tod@s de corazón, que os he echado de menos todos los días , hay que volver a lo bueno y que nos hace feliz!!! :D
Besosssss
Besos enormes y espero saber de ti otra vez
Ains, mi chicaaa
De regreso, que como en casa, en ningún sitio, en ningún...:D
Besoss lindaaaa
Muas!
UN ABRAZO!!
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nueva seguidora!!